Hay viajes que, sin pretenderlo, te cambian la vida. Yo, sin saberlo, decidí que Zagreb cambiaría la mía doce horas antes de coger el primer vuelo. Inercia pura. La organización había olvidado confirmar mi asistencia al evento, por lo que me vi obligada a realizar unas cuantas gestiones el día anterior antes de poder celebrar mi partida. A las seis de la tarde del 22, decenas de e-mails saturaban ya mi bandeja de entrada, el móvil echaba humo, la maleta a medio hacer no quería quedarse en tierra, la paciencia casi desbordada imploraba que me diera por vencida… Pero yo lo tenía decidido: costase lo que costase, quería ir.
No sé por qué pero, desde que rellené la solicitud para participar en la conferencia, sabía que ese era mi sitio y que, a pesar de los contratiempos que pudieran surgir durante los preparativos, sería allí donde volvería a reencontrarme conmigo misma después de tanto tiempo. Zagreb es una ciudad que transmite vida. Pequeña, pero de cara bonita. Cada esquina se muestra más sorprendente que la anterior y, en cierta manera, es esa correspondencia polifacética la que seduce y maravilla al viajero, en tanto que lo atrapa hasta límites insospechados. Sobrecogedor. Me sorprendió el carácter hospitalario de sus gentes, el altruismo con el que acogen a los extraños; la generosidad de sus sonrisas siempre dispuestas a curvarse en un gesto amable. Y los amaneceres. Cuando todo está en silencio, la luz nace y la ciudad, simplemente, duerme.
A pesar del mal tiempo y la lluvia, todo se desarrolló según lo previsto. Nos alojamos (sí, alojamos. Porque lo que es dormir, dormimos poco) en dos de los mejores hoteles de Zagreb –todo por cortesía de la Comisión Europea-, el Hotel International y el Hotel Panorama, que fueron testigos de algunos de los mejores momentos y de las anécdotas más sonadas de todo el viaje.
Por su parte, la conferencia tuvo lugar en el centro de negocios Hypo Centar, que se presenta como una de las maravillas arquitectónicas modernas más bellas de toda la ciudad, y congregó a miembros de las distintas asociaciones juveniles europeas (AEGEE, Croatian Youth Network, World Organization of the Scout Movement y European Youth Forum), así como a las jóvenes promesas de la prensa internacional que forman parte de European Youth Press y Orange Magazine, con motivo de la entrada de Croacia en la Unión Europea. Además, contamos con la intervención de numerosos miembros de las altas esferas de la UE, como Claus Giering, Maja Sporis, Sandra Petrovic Jakovina, Axel Wallden, Sandra Kramer, Anke Schuster o Pascal Lejeune, que nos brindaron palabras inolvidables (y muchas de ellas en idiomas un poco lejanos) sobre el poder del enlargement process, el gran abanico de oportunidades que la entrada de Croacia en la UE abre a los jóvenes o el concepto de identidad europea.
Pero no todo fue escuchar la voz de los más sabios. Los participantes también tuvimos tiempo para manifestar nuestra propia concepción de enlarged EU mediante un vídeo que llevamos a cabo en grupos y que proyectamos en la sesión plenaria del último día. El espíritu de colaboración, las ganas de pasarlo bien y el buen rollo que pronto se apoderó de todos nosotros dieron como resultado cosas (casi) dignas de los mejores festivales de cine.
Pero, como todos sabemos (y como bien se han encargado mis compañeros de enseñarme para que aprovechara al máximo mi primer evento como AEGEEan – ¡sí, ha sido mi primer evento!-), allá donde va AEGEE, la diversión está cien por cien asegurada:
Disfrutamos de una visita nocturna que rompió con todo lo esperado (y dio más de un quebradero de cabeza a alguna de nuestras guías).
De cuando traducíamos un folleto del croata improvisado al inglés desordenado a la luz de la luna…
Bailamos hasta el amanecer en uno de los pubs de moda y tratamos de sentirnos un poco más croatas saciando la euforia de nuestros movimientos con rakia y cerveza autóctona.
(Al día siguiente había quien no podía ni levantarse de la silla)
Pero, a pesar de todo el sueño acumulado, como podéis ver, no nos morimos de hambre en absoluto.
Aunque los hubo muchos más golosos.
Y mucho más madrugadores (sí. Amanecía).
Pero, lamentablemente, todo lo bueno se acaba y esto no podía ser menos. Tres de los días más intensos de mi vida se quedaron en Zagreb para recordarme, si alguna vez vuelvo por allí, que fue en ese lugar donde volví a reemprender mi camino, mientras el país labraba el inicio del suyo propio en busca de un mundo mejor. Donde obtuve una de las mejores oportunidades de mi vida: la de aprender conociendo a través de los cientos de ojos ajenos que, al igual que los nuestros, también miran.
Aunque, si me tengo que quedar con algo de todo lo que allí conocí, yo me quedo con las personas. Ellas siempre son las principales protagonistas. Y los momentos. Porque, al fin y al cabo, cada sitio vale lo que valen aquellos que habitan en él.
Hvala za sve, Zagreb, i do viđenja!
Carlota I. Lifante Baeza, AEGEE-Alicante